FELICIDAD SIN LICOR

por: Gian Montufar

Anoche tuve la oportunidad de compartir con dos amigos muy distintos entre sì una cena y luego una pelìcula. Creo que desde que llegamos al restaurante no paramos de reìrnos de la vida, de

nuestro entorno y de unos cuantos muertos vivientes que estaban a nuestro alrededor. Gisela, la mesera (la joven que por lo general siempre nos atiende en el restaurante de nuestra preferencia), nos miraba como diciendo: "cuando se marcharan". Cuando nos trasladamos en el mentado "nomada" (las comillas son mìas) al cine siguiò la jerga como si nos hubieran dicho que hasta ahì vivirìamos. Entramos al cine y nuestra risa se escuchaba hasta en el lobby, a nuestro lado tenìamos: a un gay solitario, unos turistas que pintarìan dentro del cine, un viejo cojo y una puta. Lo de puta fue por tener zapatos de un color brillante y unas medias de semàforo. Cuando terminamos con nuestra cita con el sèptimo arte salimos a darle continuidad y rienda suelta a nuestro humor contando algunas cosas vistas en la sala y lo ocurrido en esa jocosa noche. Recordè una vez que me sentìa igual de risueño cuando una compañera de trabajo me preguntò: cuàntos tragos llevas haciendo alusiòn a tanta felicidad. Por què la sociedad liga las risas y el buen humor con el licor? No sabìa si sentirme mal por la pregunta / comparaciòn o sencillamente tener làstima por aquellas almas que sì necesitan del licor para pasarla bien. Lleguè a casa con un dolor de barriga de tanto reìrme y con la felicidad de saber que tengo gente divertida a mi alrededor.